domingo, 5 de agosto de 2007

Probaron en secreto un cohete argentino.



Catorce años después de haber desactivado el misil Cóndor II, la Argentina probó nuevamente un cohete. A comienzos de julio, en un campo de pruebas de Bahía Blanca, fue lanzado el Tronador, según revelaron fuentes que trabajan en ese proyecto. Sólo en el segundo intento pudo conseguirse el despegue del prototipo, que forma parte de un ambicioso plan para colocar al país en la carrera espacial.
El cohete lanzado tiene dimensiones reducidas, menos de cuatro metros de longitud, pero resultó la evaluación esperada para llevar adelante la segunda etapa del plan, el Tronador II, un vector proyectado para transportar una carga de más de 200 kilogramos, con un motor de combustible líquido, cuya realización fue promovida por el Gobierno con varios decretos firmados en los últimos meses.
En esos documentos se establece la meta de crear un cohete capaz de poner en órbita un satélite para uso propio o bien para comercialización a terceros.
En 1993 terminó el proyecto del misil Cóndor II por las presiones públicas de Estados Unidos, que en ese momento se mostró muy preocupado por el desarrollo del cohete ideado por la Fuerza Aérea en las entonces secretas instalaciones de Falda del Carmen. Ese predio, a mitad de camino entre la ciudad de Córdoba y Carlos Paz, hoy está en manos civiles y vuelve a ser el centro de la construcción de un "inyector satelital para cargas útiles livianas".
La Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) está al frente del emprendimiento, con la participación de especialistas del Instituto Balseiro, el Instituto Aeronáutico Argentino, el Instituto de Investigaciones Técnica y Científicas de las Fuerzas Armadas (Citefa) y universidades nacionales. Todos los esfuerzos convergen en el empresa VENG, sociedad de capitales públicos y privados que está controlada por la Conae.
El 11 de abril último, el presidente Néstor Kirchner firmó el decreto 350, por el cual "se autoriza a los entes y profesionales pertenecientes a organismos del sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación a participar, en forma voluntaria, en la realización de tareas vinculadas con el desarrollo de medios de acceso al espacio y servicios de lanzamiento, particularmente con el proyecto inyector satelital para cargas útiles livianas".
Se trata de un decreto bastante particular, ya que establece que los técnicos pueden sumarse al proyecto "fuera de su horario habitual de trabajo" y obtener una capitalización en las futuras ganancias de la empresa VENG. El decreto lleva la firma de Kirchner; del jefe de Gabinete, Alberto Fernández; del canciller Jorge Taiana; del ministro de Educación, Daniel Filmus, y de la entonces ministra de Economía Felisa Miceli.
La empresa VENG (sigla de vehículo espacial de nueva generación) fue creada en 1998 por el presidente Carlos Menem, pero desde ese momento no había recibido ningún impulso más allá de su formal objetivo de desarrollar un cohete. Es más, el proyecto Tronador fue concebido antes de que Menem entregase su mandato y figuró desde entonces en el presupuesto bajo el rótulo de programa 17 de la Conae. Sin embargo, su desarrollo no pasó de los cálculos teóricos en los diferentes centros de alta tecnología.
En 2003, un informe del Ministerio de Economía indicó la cancelación del proyecto de inyector satelital y de la reconversión de Falda del Carmen para priorizar las misiones satelitales. Parecía el fin del emprendimiento, aunque ahora tomó forma nuevamente.

Metas y presupuesto.

El 8 de junio último, Miceli firmó la resolución 396 por la cual se aprobó el presupuesto de 2007 de la empresa VENG. El monto no llama la atención para la envergadura del trabajo encomendado, ya que figura un gasto corriente de 900.000 pesos, pero en esa resolución se fijan las metas anuales: construir el lanzador Tronador I y comenzar el desarrollo del lanzador Tronador II.
Antes de esa aprobación de pautas presupuestarias, en febrero de este año se firmó el contrato entre VENG y la Conae para construir el Tronador.
En el Sistema Nacional de Inversiones, del Ministerio de Economía, se expone también el interés por el "diseño, desarrollo y construcción de un vehículo dotado de un motor de combustible líquido tecnológicamente avanzado y de un sistema de navegación, control y guiado, asociado a un receptor GPS, capaz de producir la inyección del vehículo en una órbita previamente fijada", al asignársele un crédito de 26 millones de pesos a partir del próximo año.
Entre los objetivos de VENG para este año, publicados en el Boletín Oficial el 13 de junio último, figura también la puesta en marcha de la planta piloto de concentrado de hidracina en Falda del Carmen.
La hidracina es el componente base del combustible líquido que utilizará el cohete Tronador II, cuyo motor tiene un empuje proyectado de 3350 kilogramos y podría colocar una carga de más de 200 kilogramos a 400 kilómetros de altura. Salvados de ser "dinamitados", tal como quería Domingo Cavallo en su ímpetu por cancelar definitivamente el Cóndor II en los 90, los búnkeres empotrados en la sierra de Falda del Carmen volverán con fuerza a la actividad.
Catorce años después del final del proyecto Cóndor, otro escenario mundial encuentra este incipiente Tronador. En principio, la Argentina forma parte del Régimen de Control de Misiles, organismo internacional que controla el acceso a materiales de alta tecnología.
En 2003, la presidencia del Régimen de Control de Misiles estuvo a cargo del embajador Carlos Sersale di Cerisano y la secretaría ejecutiva se instaló en Buenos Aires. Esa entidad pone énfasis en evitar la proliferación de cohetes que puedan transportar cargas de 500 kilogramos a más de 300 kilómetros, por la posibilidad de ser usados como inyectores satélitales o armas, dependiendo la elección sólo de la buena voluntad del país que construye ese aparato.
El proyectado diseño del Tronador II se enmarca en los límites justos de las convenciones internacionales. Los militares argentinos prefieren quedar al margen de este cohete, tal como lo expresaron varios importantes oficiales consultados. En el Ministerio de Defensa tampoco quieren oír hablar del proyecto Tronador. Ese plan avanza por ahora en manos civiles.

El recuerdo del plan Cóndor, que se desactivó por presión mundial.

Luego de la guerra en las islas Malvinas, la Argentina desarrolló un sistema balístico denominado Cóndor, que fue cancelado diez años después por la presión internacional. La desactivación del proyecto fue uno de los hechos que estrecharon la relación del gobierno de Carlos Menem con Estados Unidos.
Hasta 1987, el emprendimiento militar del misil Cóndor se mantuvo fuera de la agenda pública. Ese año, Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia, Alemania, Francia, Japón y Canadá establecieron el Régimen de Control de Misiles para impedir la proliferación de esa tecnología en los países periféricos.
El desarrollo argentino estaba muy avanzado ese año, con un misil proyectado con capacidad para transportar una carga bélica de 500 kilogramos a una distancia estimada entre los 800 y 1000 kilómetros. Y por entonces tenía socios que no despertaban mucha confianza internacional, entre ellos Egipto.
Con la llegada de Menem al poder, se intensificaron los gestos norteamericanos para frenar el Cóndor. En principio, el presidente Menem se mostró convencido de seguir con el plan del cohete, a tal punto que participó del lanzamiento de un prototipo menor, el Alacrán, en la base de Chamical, en La Rioja, a los pocos meses de asumir la primera magistratura.


Motores y carcazas-

Los cuestionamientos en el mundo aumentaron en 1992 y finalmente se dio por cerrado el proyecto del Cóndor. Ese misil, tan polémico, nunca voló, según determinaron las investigaciones periodísticas que se hicieron en esos años. Sí, en cambio, se construyeron motores y carcazas para el cohete.
La situación con ese cohete siguió la línea del escándalo público hasta que la Argentina acordó no sólo desactivar el proyecto, sino también destruir el material y los planos. Parte de los motores fue enviada a España en 1993 para que allí se garantizara la destrucción reclamada por Estados Unidos. Además, las instalaciones hasta entonces secretas de Falda del Carmen fueron abiertas a inspecciones internacionales.
El gobierno menemista decidió cerrar el predio de Falda del Carmen y quitó las investigaciones espaciales de manos de los militares, para crear una agencia civil. También acordó el ingreso del país en el Régimen de Control de Misiles.
Algunos años después, en 1996, Menem inmortalizaría ante chicos de una escuela primaria una frase: "Atravesaremos la estratosfera y en dos horas estaremos en Japón".
Quizá pensaba entonces en el plan espacial que lanzaría antes de dejar el gobierno, pero nada se hizo. La sombra del Cóndor tapó todos los proyectos hasta esta nueva prueba del Tronador.
Fuente. Rodolfo Coricelli

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